Para Andrés y Alonso Páez López.
Se que esto sonara extraño,
Cuando no estuve en su primer llanto,
Cuando no oí sus primeras risas,
Ni estuve en sus primeros pasos,
Pero me quedo feliz,
Solo con imaginarlo.
Solo recuerdo,
Cuando los tuve por primera vez,
en mi vista,
Fue extraño, no darme cuenta de momento,
Que no venían por separado,
Llego un momento en el que dije,
“Este niño ya había pasado”
y fue cuando realmente vi,
Que no era uno, si no dos hermanos.
Llego el momento en el que me hice amigo de todos,
Llego el momento en que el que mi presencia se volvió
costumbre,
Llego el día en el que me sorprendieron,
Al llamarme “papá”, recuerdo que me extrañe,
Casi respondo con un “no soy su padre”
Pero algo me dijo “detente, que tal si de verdad no tienen”
Que por eso me quede callado.
Aun recuerdo como entre los dos hubo un pleito,
Se juraron odio eterno,
Y yo asumí mi papel de padre y los senté,
Con las palabras que unos niños de la edad de seis,
Pudieran comprender,
Logre que todo terminara en un perdón y un abrazo,
Siempre como dos buenos hermanos,
Hasta que,
Paso el tiempo y se me perdieron.
Cada quien siguió caminos,
Fueron pocos años en los que no supimos,
De nosotros,
Hasta que otra vez ese camino,
Decidió que era el momento,
De juntarnos de nuevo.
Ya no eran esos niños,
Con los que jugaba a ser su padre,
Ya no eran los mismos,
Que se peleaban hasta odiarse,
Ya no eran los mismos niños,
Que yo deje de ver,
Ya eran todos unos hombrecitos,
Que me sorprendieron al crecer.
Hay fotografías,
Hay mucho cariño,
A lo mejor es tonto,
Que aun los vea como niños,
Pero quiero que sepan,
Que siempre contarán conmigo,
Que siempre seré su “padre”
Y ustedes siempre,
Mis gemelitos.
