Sentada a la orilla
del rio,
Juntando piedras de
color rojizo,
Esta Ana María,
Con su cabello largo,
Su vestido blanco,
Y sus pies descalzos,
Toma una flor,
La que era su única
compañía,
La deshoja pensando,
En que encontrara la
salida,
A las cuestiones de
su corazón.
Se acuesta en el
pasto,
Oyendo el arrullador
sonido del rio,
Se distrae mirando al
cielo,
Encontrando figuras
en las nubes,
Su corazón aun no
tiene la respuesta.
Lo mismo una y otra
vez,
Le ha pasado a Ana
María,
No encuentra la
salida,
Ante el caballero que
le entrega el corazón,
Se siente confundida,
Corre y se esconde,
Ni siquiera sale
cuando le llevan serenata a su balcón,
Ana María, pobre
niña.
Lo mismo le ha
pasado,
Todo se repite desde
julio pasado,
Amantes con rosas en
su puerta,
Voces en su mente
diciéndole “estas loca”,
Cerrando las puertas
de su corazón,
Prohibiéndose sentir
amor,
No aceptando el
llamado de un hombre,
Que le dice que la esta amando.
Que le dice que la esta amando.